La vida judía es una especie de juego de la silla,
con el tiempo nos movemos hacia la cabecera.
Comenzamos en una alejada esquina, como bisnietos, mirando con curiosidad los rituales, absorbiendo aromas y melodías, haciendo preguntas y travesuras, sintiendo como pellizcan nuestros cachetes y celebrando cuánto crecimos.
Pasan los años y los lugares en la mesa comienzan a girar. Algunos ya no están físicamente y su ausencia se siente en estos días más que nunca, otros llegaron para hacer la mesa más hermosa y ocupar esa esquina que alguna vez nos perteneció.
Llegan primos jóvenes, se suman esposas y cuñados, los patriarcas y matriarcas ya son nuestros padres, no nuestros abuelos.
Un día, ya no es mi hermana la que levanta la bandeja sino una hija o sobrina y no es el abuelo el que dice el kiddush sino mí padre. Y en el rincón están nuestros hijos y sobrinos, ocupando los lugares que antes estaban reservados para nosotros, haciendo las preguntas y esperando nuestras respuestas.
Cantando el Ma Nishtana con la misma melodía que alguna vez aprendimos a cantar nosotros. Poco a poco vamos acercándonos a la cabecera, comprendiendo que no somos más el niño al que le narraban la historia, sino el padre que tiene la responsabilidad de transmitirla.
Mientras más nos acercamos a la cabecera más grande el deber de conocer esa historia para poder transmitirla. Ese aroma tan increíble de un hogar que se prepara para Pesaj, ya no solo emana de las ollas de nuestras madres y abuelas, sino que HOY comienza a percibirse en nuestros hogares.
Pesaj no es el recuerdo de una generación que ya no está, sino una generación que está por nacer. Es nuestra responsabilidad crear en nuestros hijos memorias inolvidables como aquellas que nuestros padres y abuelos inspiraron en nosotros.
Los hijos pequeños de ayer somos los padres de hoy y los abuelos de mañana. Sólo el tiempo dirá si nuestros abuelos tuvieron el éxito, al vernos hoy. La única forma para que los valores y tradiciones del pasado sean recibidas y honradas por quienes heredan el futuro, es que nosotros las celebremos y vivamos con ellas en el presente.
No hay futuro para que el judaísmo de ayer exista mañana, si no lo vivimos como algo relevante hoy, somos parte de la larga cadena de nuestro pueblo. El desafío de volver a narrar la misma historia año tras año es la sagrada tarea de transformar lo milenario en eterno, al repetir esta antigua historia y sus costumbres para darle sentido y trascender.
Que toda esta semana de Pesaj, podamos asumir el sagrado desafío de celebrar nuestra historia y crear los pilares para que nuestros hijos, nietos y todas nuestras generaciones sigan recorriendo esta mesa que es símbolo de continuidad y futuro.
JAG PESAJ KASHER VESAMEAJ !!!
Fuente:
Texto Mario Furman
Fotos internet